lunes, 29 de noviembre de 2010

Extra-extra... 27 de noviembre: Cuentacuentos en Nicolasa



















Fue de Silvia Crespi, la magnífica idea de celebrar la tarde de un sábado con cuentos. Entonces hicimos correr la voz y enviamos mensajes plegados en palomas de papel...
En fila india fueron llegando los niños con aspecto de adultos a ocupar sus sillas.
Vinieron buscando una golosina que no se compra en los quioscos.
Y entonces, Silvia, con voz hospitalaria, bautizó el silencio con una historia de abuelas para iniciar el juego de la oralidad.
Como en una rayuela, el turno al cielo fue después para Viviana Rrini, que nos hizo saltar a un mundo de espejos y cirujanos plásticos.
Del grupo Vivircuenta, María Isabel Oliva nos hizo vibrar mientras tragaba lluvia con la boca abierta hacia el cielo y nos conmovía.
Y de un salto, Irma Varela nos regaló su historia en 3D con efectos especiales y todo.
María Eugenia Laguingue cerró la primer ronda y nos dejó el corazón manchado de tiza mientras veíamos a Nostálgico salir del bar con su mujer dibujada.
La música acarició el intérvalo en la voz de Luis Cutró y Eduardo Almada.
Afuera, garuaba finito.
Y nosotros, en el café, retozábamos sobre una alfombra mágica con los sentidos enjuagados, con el corazón transparente.
Las narraciones continuaron y Rosa Brunner nos llevó de viaje por una búsqueda existencial...
La tarde olía a medialunas.
El café sabía a meriendas sobre manteles de hule, cuando los pies no nos llegaban hasta el piso sentados en la silla de la infancia....
Y como broche de oro, Carlos Bizikyan y Lolo Masgoret interpretaron a Serrat, a Víctor Heredia y a Miguel Cantilo. Un cierre de lujo para un sábado mágico.

Gracias a todas las narradoras que vinieron de Córdoba y a Silvia que no entraba dentro de su sonrisa.
A la gente del Paseo Nicolasa que nos presta el espacio para cada locura.
A los seguidores y partícipes por el oído, por el respeto, por el aplauso.
A la vida, por permitirnos disfrutar de estos sucesos...

viernes, 19 de noviembre de 2010




Desde el Café literario de las Malas Compañías, acompañamos a Valentina y a Vladimir en su espectáculo. Viernes 19-11 - 21 hs. Paseo Nicolasa

La palabra como la lluvia no reconoce fronteras

Y una presencia distante ha volado en la pluma de un poema.
Acerca su abrazo a este Café literario desde Colombia.




















No me gusta que llueva bajo techo,
las caminatas son mas que facinantes
por que el mundo cede su rigidez
los semáforos son ilusorios
los rios rebeldes y las publicidades
...vedadas por los vidrios empañados
y las gafas hechas caleidoscopios.
Y el tiovivo de la vida
se moja los pies
se deja la forma de su cabello
y la raza humana es invitada al abrazo.
Si lloviera en el pentágono
si el estallido de las flores
fuese en la piel de la calle
y la gente no perdiera tanto tiempo
en el sórdido lenguaje de la prensa mundial.
Si entendiese el milagro de la lluvía
si algun dia le bailase
si le necesitara mas,
quizas los dias mas poeticos
romperian sus astucias
en los predios de un café
con malas compañias
en una poesía hecha agua.

Helio Arturo Uzcategui
Colombia

Malas compañías bajo la lluvia




SÉPTIMA NOCHE - MALAS COMPAÑÍAS SIN PARAGUAS






Llovía a cántaros.
Sí.

Llovía surtido. Agua, relámpago y poesía.
Algunos llegaron en botecitos de papel, otros en canoas de cáscara de nuez.
Otros a pie debajo de un paraguas con cuerdas de guitarra.
De repente, el café se hizo círculo sagrado, un círculo flexible que se abría hospitalario a la voz de cada poeta.
Gonzalo Vivian habló de la poética del tango mientras Mario Ramón competía musicalmente con los acordes de la lluvia sobre el techo del Paseo.
Alicia Bezzi inició la ronda con un poema, Luis Ferrari nos dio una vueltita de cuento en su bicicleta azul. María Inés Besso, Judith Antonello, Jorge Bezzi y Carlos Villa Guzmán compartieron la rueda mágica, el fuego atávico de palabra y silencio. Hasta Ana Cielo(16)participó con un poema escrito en una servilleta....
Y otra vez se soltaba la guitarra, invitándonos a cantar.
La lluvia desafinaba y nosotros también.
Pero el alma desbordaba como un río crecido.
No faltaron las oyentes habituales, mis hijas con su comitiva de jóvenes amigas.
Invocamos a Neruda y de Hernandez llegamos a César Vargas con su poema a la Madera.

Llovía a cántaros.
Sí.
Y un puñado de locos pausamos la rutina, nos desvestimos de impermeabilidad y nos sentamos al borde de la noche como naúfragos en un mar de versos.